La placa que perpetúa la imagen de Martín Dihigo sobre los diamantes de béisbol en el Salón de la Fama de Cooperstown lo reconoce como El Maestro. Un apelativo que engloba todo lo que representa el matancero para la pelota y sus fanáticos.
Don Martín dejó una estela de logros donde quiera que estuvo. Jugó todas las posiciones y si sus números a la ofensiva son impresionantes, tampoco dejan de sorprender sus actuaciones como lanzador. Quienes lo vieron jugar, aseguran que no existía un pelotero con tanta magia y pasión, técnica y fortaleza.
El pasado sábado se conmemoró el aniversario 113 de su natalicio. Pese a la llamativa ausencia de representantes de la Dirección Provincial de Deportes, un grupo de entusiastas, historiadores, glorias deportivas, el Club de Motoristas LAMA, y amantes de la pelota rememoraron el cumpleaños de El Inmortal; también celebraron el aniversario 30 de la avenida Martín Dihigo, un esfuerzo de las peñas deportivas y artistas yumurinos para reconocer el legado del pelotero cubano más completo de todos los tiempos.
Alrededor de la piedra y la tarja de bronce, regalos del creador Agustín Drake y de artesanos matanceros, se escucharon anécdotas sobre Martín y de los múltiples arrojos para erigir el monumento, protagonizadas por hermanos del juego abakuá al que perteneció el destacado jugador, constructores encargados de la obra civil, el historiador Ismael Sené y el periodista Reynaldo González Villalonga.
Luis Octavio Hernández, nieto de Daniel Rodríguez Acosta, quien fuera amigo personal, compañero de batería de Martín Dihigo y uno de los principales promotores de aquel homenaje hace tres décadas, señaló que «es una responsabilidad de las nuevas generaciones mantener viva la pelota en Cuba. El béisbol es patrimonio cultural de la nación y todo lo que hacemos responde a ese objetivo. Acá estamos haciendo una acción justa, tanto con Martín Dihigo como con la identidad cultural de los cubanos».
El reconocimiento se extendió también al Palmar de Junco, histórica plaza primigenia y formadora del talento de Dihigo, y hacia la vivienda de la
familia en el barrio de Pueblo Nuevo, pese a que no se pudo develar una placa en su memoria.
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