RAÚL «EL CHINO» ATÁN

Raúl Atán fue un amante apasionado del béisbol. Nació en Los Arabos, provincia de Matanzas, el 26 de abril de 1901, y fue miembro de la Asociación de Umpires Profesionales de Cuba. 

Descendía de emigrantes chinos. Practicó el béisbol con equipos amateurs, desde un club de chinos hasta el Aduana. A los pocos años, por su evidente calidad, fue reclutado por el profesionalismo y militó desde 1921 en las filas de los rojos del Habana y luego pasó al Almendares. Es decir, integró las nóminas de los dos equipos más poderosos de la época en Cuba, baste esto como credencial de su efectividad en el diamante.

«El Chino» se desempeñaba tanto en la receptoría como en los jardines, corredor rápido en las bases, bateador recio y oportuno. Cuando no ocupaba un lugar en el orden al bate, era utilizado de emergente. En cinco temporadas promedió para .280 de average, en tiempos en los que se apreciaba una manifiesta superioridad del pitcheo.

Resultó que su otrora poderoso brazo de tirar le falló y comenzó a perder eficacia en los disparos a las bases. Cierto día estaba sentado en las gradas del estadio de Víbora Park presenciando un partido de la Liga Federal Amateur, y ocurrió que el umpire Eustaquio González se sintió enfermo, y como sabía que «El Chino» era un profundo estudioso de las reglas del béisbol, le invitó a arbitrar el juego, lo que realizó con aplomo y calidad. Jugaban Universidad y Fortuna, y el resultado pesaba en la decisión del campeonato. 

Pero Atán salió ileso de la dura prueba, de forma tal que le felicitaron al concluir el encuentro. Había adquirido, sin saberlo, un pasaporte a la fama.

En la temporada 1925-26 comenzó a desarrollar su extraordinaria trayectoria como árbitro. A «El Chino» Atán se le encontraba cantando bolas, strikes y outs en estadios de La Habana o Cienfuegos, en partidos de la Liga Profesional, de la Unión Atlética Amateur de la Universidad de La Habana, el Instituto Cívico Militar de Ceiba del Agua. 

Llegó a arbitrar hasta seis juegos en un día, siempre con justicia e imparcialidad proverbiales. Al crecer en experiencia, su prestigio trasciende las fronteras. 

Uno de los muchos amigos que tenía entre los estelares del béisbol cubano, el sin par Martín Dihigo, matancero como él, le recomienda en la Liga Profesional de México, y hacia tierras aztecas parte en 1940, acompañado de su inseparable esposa, doña Micaela Rodríguez.

Junto a Amado Maestri, de quien era amigo íntimo 
lo cual es poco conocido–, se dieron a la tarea de poner orden en aquellos torneos bastante permisivos, donde había árbitros que cambiaban decisiones de strikes y outs, aceptaban presiones de dueños y managers y permitían demasiadas libertades a los jugadores en el terreno. Acostumbrados al rigor de la escuela cubana de béisbol, ambos impusieron la ética correcta dentro del terreno. 

Los avales ganados en tantos encuentros llevaron a Atán a jefe del Cuerpo de Oficiales del Campeonato Profesional de Béisbol de México, cargo que desempeñó con seriedad y acierto durante varias temporadas. 

En 1946 abandona la tierra azteca, pues como hombre de carácter íntegro no está dispuesto a soportar la dictadura de los hermanos Pasquel, emperadores del béisbol mexicano, y a quienes nuestros árbitros expulsaron del terreno en franca muestra de solidaridad con su hermano Maestri, quien planteó que en el juego el amo es el umpire. Regresa a Cuba, y cuestionado por un periodista sobre si volvería a suelo azteca algún día, respondió: “Si Dios quiere”.

Al llegar a la Isla, Maestri declara a la prensa que en el violento incidente con Pasquel en el Parque Delta, en medio del partido entre el México y el Veracruz, su compañero Atán le salvó la vida. 

Resultó que uno de los guardaespaldas del magnate llamado «El Sordo» quería darle una “pinchadita” por la espalda a Maestri, Atán se dio cuenta y se interpuso entre el arma y su amigo, de esta manera evitó el golpe que, tampoco lo alcanzó a él e hizo retroceder al atacante.

Ya en La Habana, Atán, miembro de la Asociación de Umpires Profesionales de Cuba, se incorpora al Campeonato Nacional, pronto recibe invitaciones de la Liga de Béisbol de Colombia y de la de Venezuela. Trabajó en Maracaibo, en Puerto Rico, en República Dominicana. 

Las Series del Caribe le vieron actuar y en ellas manifestó un derroche de competencia, energía y clase que le valieron la felicitación pública del comisionado Trautman.

Abundan las anécdotas de estos años: en el gran estadio del Cerro, Atán, en el segundo inning, cantó un strike y el manager le gritó: “¡abre los ojos, Atán!”, y le señaló por donde había pasado la bola. «El Chino», sereno y complaciente se viró para el crítico, se pasó la mano por el pecho y le dijo: “efectivamente, por ahí pasó, y según las reglas, es strike”. El manager no habló más en el resto del choque.

En México, en el parque deportivo veracruzano, el catcher del Águila, Earl Taborn, que era un indisciplinado, se ponchó sin tirarle al tercer strike, protestó airado el conteo y tiró el bate. Atán, con determinación, lo expulsó del juego y lo obligó a abandonar el terreno. Una voz gritó entonces: “¡Así se hace!”, y los aficionados, de pie, dieron una ovación al imperturbable chino.

El récord de tiempo mínimo en un partido de béisbol profesional en Cuba lo tuvo Atán. Fue un juego entre Almendares y Cienfuegos, lanzaban Indian Torres y Vidal López, duró 69 minutos. ¡Excelente lección para los de la actualidad!

Atán era un ídolo en México, le llamaban «Domador de Leones». En 1954 le invitan a reconstruir la Liga Nacional abandonada por Pasquel y vuelve al hermano país en compañía de su esposa e hija.

La reaparición del estelar árbitro fue en el Parque Cuauhtémoc, en el desafío entre Azules y Sultanes. Al verlo, el público le aclama y pide que recorra el diamante igual que los vencedores olímpicos. 

Le saludan frenéticamente, los aplausos son prolongados, de los ojos de muchos brotan las lágrimas, «El Chino» se emociona, es la voz del pueblo que un día le reservará un lugar de honor en el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano.

Hay un hecho de Atán que no podemos olvidar a pesar de que se ha omitido en la prensa. En la hora suprema de la lucha contra la dictadura batistiana, defendió junto a Maestri del que sí se habla al respecto a los estudiantes de la FEU que se lanzaron al terreno de juego y fueron atacados por la policía. De un hombre de sus principios no podía esperarse otra cosa.

Derrocada la tiranía, comienzan las Series Nacionales de Béisbol. En 1962, Atán llevaba 38 años en las faenas arbitrales, coopera en la formación de nuevos oficiales.

En 1971 se le hizo justicia de forma oficial. Fue reconocido como uno de los grandes umpires cubanos en el homenaje que recibió en el estadio Latinoamericano de La Habana, en ocasión de inaugurarse la XIX Copa Mundial de Béisbol. 

Al cumplirse el centenario del deporte nacional, en 1974, es invitado a arbitrar en el desafío conmemorativo que se efectuó en el estadio Palmar de Junco, en Matanzas. Por última vez mostró su estilo preciso y magistral. 

Falleció el 18 de diciembre de 1980.

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